Juan Arturo Brennan
El Dafnis y Cloe de Maurice Ravel es uno más de los múltiples casos en que una idea ha recorrido el camino que lleva de la mitología a la música, pasando por la literatura y la danza. La mitología nos cuenta que el gran Hermes tuvo una multitud de amantes, entre ellas Perséfone, Hécate, Afrodita y varias ninfas. De la relación de Hermes con una de estas ninfas nace Dafnis, bello e infeliz pastor siciliano nacido en las cercanías del volcán Etna. Abandonado por su madre, Dafnis crece entre los pastores y es amado por otra ninfa, de nombre Xenaea o Lyce, según la fuente mitológica que uno consulte. La ninfa en cuestión le hace jurar fidelidad eterna so pena de la ceguera. Dafnis, humano al fin y al cabo, sucumbe a las tentaciones de la carne y le es infiel a su ninfa. El castigo no se hace esperar y el infeliz Dafnis pierde la vista. A partir de entonces, sólo halla consuelo en la música y en la poesía; de ahí que la mitología le asigne a Dafnis la invención de la poesía pastoral. La triste vida de Dafnis termina cuando el pastor se precipita a su muerte al caer desde una alta colina. En el lugar en el que cae brota una fuente y el sitio es venerado por los pastores sicilianos después de que Hermes lleva a su hijo a los cielos.
La literatura toma la figura de Dafnis hacia el siglo tercero de nuestra era, en manos del escritor griego Longo. A partir de la mitología, Longo crea el género del romance pastoral; su obra más notable del género en cuestión es precisamente Dafnis y Cloe. En ella, el Dafnis mitológico se convierte en un símbolo de lo pastoral por definición. La obra de Longo es la narrativa del encuentro, conocimiento, amor y matrimonio de Dafnis y Cloe, teniendo el ambiente pastoral de la isla de Lesbos como fondo geográfico. Lo interesante de la obra de Longo es el desarrollo de los personajes protagónicos, que van desde los confusos sentimientos del afecto infantil hasta la total madurez sexual de su relación. A diferencia de otros romances de la época, el Dafnis y Cloe de Longo logra una notable penetración sicológica en sus personajes y, al mismo tiempo, demuestra un profundo sentimiento naturalista en sus descripciones de lugares y paisajes.
El siguiente paso de la idea fundamental fue la danza. Dafnis y Cloe le fue encargado a Ravel por Sergei Diaghilev para ser producido en el Teatro del Châtelet en París, y el estreno del ballet se realizó el 8 de junio de 1912. Al consultar algunos textos sobre este estreno, se antoja indispensable mencionar a quienes participaron en él, como una muestra de la clase de talento que se reunía en el París de principios del siglo XX para proyectos de este tipo. Veamos: encargo de Sergei Diaghilev, música de Maurice Ravel, coreografía de Michel Fokine, diseños de León Bakst, dirección musical de Pierre Monteux y los papeles protagónicos del ballet, bailados por Vaslav Nijinski y Tamara Karsavina. Al ceder un poco al impulso de la cursilería, no sería exagerado llamar constelación estelar a esta combinación de personajes que estrenaron el Dafnis y Cloe.
El libreto del ballet no estuvo basado en el original de Longo sino en la traducción francesa del poeta renacentista Jacques Amyot. El primer tratamiento narrativo fue realizado por el coreógrafo, Michel Fokine, y adaptado por el propio Ravel para sus fines musicales. La partitura de Dafnis y Cloe en su versión para piano estuvo lista en 1910, y al año siguiente, en el proceso de orquestación, Ravel hizo algunas alteraciones, entre las que destaca la transformación integral de la Danza general con la que concluye la obra.
En la actualidad son pocas las ocasiones en las que se baila esta obra maestra según las intenciones originales de sus creadores. Por otra parte, las apariciones de Dafnis y Cloe en las salas de conciertos suelen realizarse en la forma de alguna de las dos suites en tres partes que Ravel extrajo del ballet. Una audición completa de la obra revela de inmediato la que quizá ésta sea la obra más notable del gran compositor francés.
Si bien Dafnis y Cloe no es estrictamente una sinfonía, se sabe que la intención de Ravel fue la de componer una sinfonía coreográfica, es decir, una obra que se apegara a ciertos principios formales y tonales de una sinfonía, y que al mismo tiempo tuviera la flexibilidad necesaria de toda buena música de ballet. Desde el punto de vista sonoro, Ravel logra en Dafnis y Cloe algunos de sus más felices hallazgos de orquestación. Una ojeada a la partitura permite descubrir los instrumentos utilizados por Ravel con el fin específico de enriquecer el color orquestal: flauta en sol, castañuelas, crótalos, máquina de viento, celesta, glockenspiel, xilófono, dos arpas. Es decir, un complemento instrumental digno del más refinado pensamiento musical impresionista.
La acción del ballet está indicada con todo detalle en la partitura misma, y a manera de posible estímulo visual, cito aquí la última parte de ese texto:
Dafnis y Cloe imitan la aventura de Pan y Syrinx. Cloe representa a la joven ninfa, deambulando por la pradera. Dafnis aparece en el papel de Pan y le declara su amor. La ninfa lo rechaza. El dios se vuelve más insistente. Ella desaparece entre los carrizos y él, desesperado, arranca algunos carrizos y con ellos se hace una flauta en la que toca una tonada melancólica. Cloe regresa y baila a los acentos de la flauta. La danza se anima cada vez más, y en un giro violento, Cloe cae en los brazos de Dafnis. Él le jura fidelidad sobre dos corderos en el altar de las ninfas. Entra un grupo de doncellas, vestidas como bacantes, tocando panderos. Dafnis y Cloe se abrazan con ternura. Un grupo de hombres jóvenes invade la escena. Tumulto gozoso. Danza general.
Por cierto, esta Danza general con la que concluye la obra llevó por título provisional el de Bacanal, y causó a Ravel y compañía algunos dolores de cabeza; los bailarines se quejaron amargamente de que no era fácil bailar una danza tan violenta escrita en un irregular compás de 5/4. También en cuestiones rítmicas, sin embargo, en la variedad está el gusto. Esta Danza general puede ser interpretada con o sin la parte coral, que es una vocalización sin texto. La presencia del coro, ciertamente, añade mucho al disfrute de esta soberbia partitura de Maurice Ravel.